Cuando escucho hablar de nosotros, los leoneses, fuera de nuestros límites provinciales noto aún cierta confusión en la forma de describirnos. El leonés como tal siempre ha sido un misterio inexorable en cuanto a forma de ser o de compartir la vida y sus costumbres. Solo hay que salir para darse cuenta. ¡Si hasta nosotros mismos nos denominamos cazurros!. Con mucho orgullo, desde luego.
Pues bien, si hay otra 'fama' que tenemos los leoneses es de luchadores. No hablo de lucha leonesa (que es fama merecida) es más una lucha metafórica. Y ya si nos vamos a ciertos territorios... del Bierzo a la Reina, de Cabrera a Valdeón cada
comarca ha tenido y tiene una lucha continua cada día.
Pero si hay algo que aún no alcanzo a comprender es que, con lo luchadores que somos, como podemos ser tan pasivos en cuanto a nuestro territorio se refiere. Como podemos tener ese pasotismo a la hora de actuar por nuestra tierra. Hasta que le vemos las orejas al lobo. Con una montaña luchadora, la de las cuencas mineras. Con un territorio con tanta cultura, con tanta tradición, con tanta historia. Una montaña a la que le llegan los ataques mientras los leoneses (y puedo hablar tan generalmente con razones de peso) observamos. Los mismos leoneses de las marchas negras, los que se unen en manifestaciones para reivindicar su identidad. Los que han sufrido grandes pérdidas poblacionales y de industria y se han sentido tan maltratados y engañados.
Puede resultar difícil pensar que alguien (y digo 'alguien' englobando a toda una provincia) pueda permanecer sentado hacia cualquier ataque a su forma de vida, a su tierra. ¿A qué parece inconcebible? Pues está pasando. Somos un gran grupo de gente que llevamos más de un año y pico levantando y sosteniendo una lucha contra los que quieren destrozar nuestra tierra. Somos muchos los que nos hemos plantado a cara descubierta en contra de unos extraños que han decidido que, como ya es nuestra tierra un lugar castigado, un poco más no podemos negarlo. No ha sido suficiente las heridas que hemos intentado sanar saliendo adelante como siempre hemos hecho. Porque si hemos perdido debemos aceptar a ciegas el caramelo envenenado. Morirte solo o que te maten. Y debes hacerlo como si un favor nos estuvieran haciendo.
Han vuelto a atacarnos. Lo han hecho con un disfraz de renovables. Están montando sus frentes invisibles en lugares que creen agrestes. Lo hacen por varios flancos porque saben que somos cada vez menos y saben que los hay resignados. Que no se van a levantar aunque pisen porque han dicho que traen zapato cómodo. Porque saben hacer su guerra con dinero y enfrentándonos. Mientras, una vez más, traen esas promesas que siempre alguien acepta. Esas que ni con pruebas irrefutables y experiencias del veneno visible te permiten rebatir hasta que ya es muy tarde.
Quien siembra vientos... cosecha tempestades. Y de eso en esta provincia tenemos bastante constancia. Siempre de la mano de los que prefieren que pase y ya si eso el futuro lo lamente. Porque de la pena muchos gustan vivir y pobre del que luche por aventarlo.