El presidente de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, justificó el adelanto de las elecciones en la necesidad de obtener una mayoría amplia que le permitiera gobernar en solitario tras argumentar que sus socios de Ciudadanos le habían «traicionado». Convencido del tirón y el ejemplo sembrado por los resultados de su compañera Ayuso en la Comunidad de Madrid, se lanzó al vacío de repetir un éxito que sabe a fracaso.
Y lo cierto es que el PP se ha impuesto en las elecciones autonómicas celebradas en Castilla y León a costa principalmente de la desaparición de Ciudadanos e impidió que el PSOE reeditara el triunfo que había alcanzado en las urnas hace algo menos de tres años.
Sin embargo, los populares se quedan muy lejos de la mayoría absoluta, por lo que a priori se ven abocados a llegar a algún tipo de acuerdo con Vox, que ha obtenido un más que previsible aumento exponencial. Con el fin de poder amarrar la investidura de Fernández Mañueco como presidente de la Junta, el acuerdo parece la única opción. Sabemos el qué; ahora habrá que averiguar el cómo del más que previsible matrimonio.
Será a partir de ahora cuando tendrán que empezar las negociaciones para conocer si Vox apuesta por entrar en el gobierno, al estilo del pacto del Partido Popular y Ciudadanos la pasada legislatura, o si se decanta por estar en la oposición. En cualquier caso, Mañueco necesita el voto favorable de los procuradores de la formación de ultraderecha presidida por Abascal, que este domingo ya ha dicho que, a su candidato, Juan García Gallardo, se le está poniendo cara de vicepresidente. Y es que la abstención de Vox en segunda vuelta no sería suficiente para que el candidato del PP fuese investido como presidente de la Junta, y si eso sucede, no quedaría otra que repetir las elecciones.